21.9.11

Burbujeando

algunas revoluciones
son más difíciles que otras

por reales, por concretas, por continuas

dice siempre una amiga "la verdadera revolución está en la cotidianidad"

Y puede ser acusada de individualista y burguesa, pero en el fondo, creo que tiene razón.
No una razón universal -no es que haya revoluciones más verdaderas que otras- sino la razón de aquellos momentos que, ineludibles, nos cambian para siempre.

En lo personal, el desafío de la revolución no se limita a concretarse en un momento, sino lograr sostenerse, cotidianamente, a pesar de los cambios (y gracias a ellos).

Aquí voy.

Una espera se termina. Una revolución nace.

Pienso, luego desvarío

Pienso lo que pienso
pienso sobre lo que pienso, o detrás de lo que pienso y me pregunto quién está pensando con mis pensamientos, quién fue pensado con pensamientos otros que hoy lo piensan y me piensa sin saberlo
pienso que si estuviera desprevenida no lo sabría tampoco
que me piensan
cuando creo que pienso

ese anonimato conspirativo, esa tradición de pensar a otros sin que lo sepan
esa trama casi casi
del todo insondable
es el lenguaje
y sin embargo a ella (a esa trama casi casi)
la singularidad se le escapa
se le niega
y de esa negación surge la vida
que se crea a sí misma incomprensible
incomprendida
impensada
escurridiza

Territorios

Los lazos son mi territorio

feliz encadenamiento

Me alegra que la gente sea feliz. ningún infeliz puede cambiar el mundo (al menos no puede convertirlo en un lugar más feliz) (a menos que su vida infeliz sea la fuente de su felicidad. es siempre una humana posibilidad)

Código básico

¿Qué es lo que cada uno tiene que dar y recibir en cada relación humana?

las casas son mañosas

como las personas,
como las mascotas

reclaman atención
mimos
esfuerzo

y uno se encariña con ellas
como con los libros,
como con los sueños

(incluso como se encariña
con su propia tristeza)

y echa raíces
se siente seguro
(un poco oprimido, un poco asfixiado)
protegido
(como en brazos)

"linda casita mía"
"qué lindo llegar a casa"

y se entrega
lentamente
y acogido
a esa sensación
de cajón
de siempre nicho



Igualitarismo

Para que todos (y todas) puedan disfrutar
es necesario que todos trabajen



¿no?

desnuda frente al espejo

yo.
una,
miles,
en una ronda
circular y eterna,
solitaria,
musical,
sensual,
hermética,
digna,
triste,
temerosa,
borracha
lúcida,
estratega,
virtual,
sin plan b,
encerrada
escapando,
desnuda frente al espejo

17.9.11

Eterna adolescente

Todo lo verdadero está prohibido o desaconsejado

14.9.11

como vino para el chocolate

Como

porque estoy aburrida
y la comida me parece sabrosa
porque la vida me parece monótona

y no me lleno
porque el vacío perdura
-como intrincado espacio de disputas-
entre mis dudas
mis insatisfacciones
mis odios
mis ambiciones
mis nervios
y otras asfixias de la vida cotidiana
-que ojalá lo cotidiano fuera distinto
todo lo que sueño
todo lo que imagino
todo lo que me pierdo a conciencia
con pequeñas elecciones
o grandes decisiones muy bien tomadas


y nunca puestas en práctica

Así que prefiero algo dulce
empalagoso

contundente
definido
que me aleje por momentos 
pobres,
pequeños,
insignificantes,
de estos sueños que retornan
lúcidos
certeros
implacables

a reclamar ser vividos.

4.9.11

Enjambra


La conocí cuando tenía 17 años, y era portadora de un aspecto adolescente rebelde bastante normal: híbrida en lo sexual, híbrida entre la niñez y la adultez prematura a la que la vida la había empujado.
Llegaba a mis clases con la carga de la noche anterior, seguramente borracha o con resaca, a veces directamente enfiestada. En esas ocasiones me pedía permiso cada cinco minutos para ir al baño a “tomar agua”, y a mí me daba una mezcla de bronca y lástima, pero la dejaba salir a tomarse unos pases para seguir participando de mi clase (en última instancia, no quería perder a una de mis más fieles oyentes y discutidoras).
Fue a mitad de año, antes del receso invernal, cuando ella abrió la puerta que se convertiría en el puente colgante que hoy es nuestra amistad, dejándome escrito en un sobre, antes de salir de viaje al exterior, un “trabajo de filosofía” (siempre lo escribí con comillas, porque nunca pude definir lo que ese sobre contenía: ¿una historia de vida, un cuento fantástico y terrorífico, un trabajo de filosofía –tal vez solo eso quería ser- un pedido de ayuda?… ¿nada de lo anterior?)
Después de ese puente irreversiblemente tendido se sucedieron muchas escenas. Recuerdo discusiones, algunas personalmente entabladas, otras por e-mail  o por carta, donde me autoadjudicaba el papel de madre-hermana mayor responsable del cuidado de esa niña loca que era Enjambra, y cuanto más soberbia me inflaba en ese rol, más fuerte era el choque ante sus palabras o actos sorprendentemente maduros (o tal vez estratégicamente calculados).
Nunca supe si era una personita inocente saliendo de su capullo autodefensivo o una mentirosa compulsiva y manipuladora. Nunca pude saberlo.
Le presenté a mis amigas (madres, psicólogas, brujas, adultas) y a mi familia, un poco creyéndola parte de todo, un poco buscando respaldo confiable a mis sospechas. Rosita Espinosa fue la única que me advirtió: hay algo raro con ella. No le creo mucho su papel de víctima de la vida.
Rosita Espinosa se convirtió en su asesora y distribuidora de brebajes de curso legal con fines terapéuticos. Rosita hacía todo eso gratis, porque estaba aprendiendo y necesitaba pacientes, y también porque la vida la cruzaba siempre con gente desesperada que necesitaba ayuda, y ella creía que sus brebajes podían aliviarlos y aliviarla de tanta desesperación ajena…
Volviendo a Enjambra. Terminó su secundario (yo le entregué su diploma y le regalé el libro más delirante y hermoso que se me ocurrió, “Los siete locos”), se fue a estudiar a la ciudad la misma carrera que yo había estudiado, dejó, cambió de carrera, ofició de dealer en paralelo, y finalmente volvió a su tierra natal a buscar a sus afectos, que básicamente consistían en una serie de hombres mayores que ella, limados por la vida y las adicciones, necesitados de un afecto y una juventud que Enjambra les brindaba y les permitía seguir sintiéndose vivos…
Pasó el tiempo (el tiempo siempre pasa y nos pasa por encima), hoy y hace rato que Enjambra vive con Gaby. Gaby la golpea y ella también lo golpea. Se maltratan mucho pero comparten su amor por la cocaína, y esa es la base de su unión: ¡el amor, al fin y al cabo!
 Cada tanto se separan, y ella sale con otros Gabys.
Tanto le hemos reprochado su relación que ya no habla del tema. Ni con nosotras ni con él.
 Y sigue, Enjambra, buscando su rumbo, preguntándose si es un destino tajante y autoritario el que le impone las condiciones de su vida, o son sus mañas, sus vicios, sus deseos y sus rencores los que deciden por ella.
Y sigo yo, preguntándome si Enjambra es mi amiga, y si la amistad es una responsabilidad que se adquiere sobre la persona cuando una se siente más fuerte o con más suerte, o si eso no esconde -en una desigualdad aparente- los infinitos intercambios que a mí –más que a nadie- me van transformando.

impotente indignación


¿Cómo poner freno a la vorágine cotidiana para dar lugar a la vida misma?
¿O es que la vida misma no existe oculta tras todo eso? ¿O será que la sola posibilidad de que no exista  desanima esa búsqueda, nos acelera y enloquece?
¿Estamos todos locos o está loco aquel que nos hace tomar conciencia de la locura?
¿Y qué hacemos? ¿Lo quemamos, lo humillamos, le enseñamos una lección que lo re-ubique para el resto de su  vida? ¿Le hacemos perder la esperanza, para que no nos moleste, con su necesidad de cambio?

¿Se puede vivir una vida donde voluntariamente nos libremos de las acusaciones, de las evaluaciones, de los juicios finales?
¿O para eso habría que reconstruir la misma hoguera con que nos queman y prenderlos fuego a todos juntos?